miércoles, 30 de marzo de 2011

Bolivia V

             De nuevo en el autobús. Esta vez, por suerte, pocas horas dieron paso a nuestro destino. La tercera ciudad más alta del mundo, Potosí, con 4067m. Oscurecía ya en nuestros primeros pasos por las coloniales callejuelas de una ciudad que habíamos imaginado pueblo. Un alojamiento económico acogería nuestro cansancio. Uno y yo decidimos quedarnos descansando, Tres salió a pasear. Potosí anochecía tranquila con el ritmo cuotidiano del final del día, luces cálidas destacaban cuidados edificios, antiguas mansiones de españoles, hoy en día convertidas en museos, y sus 36 iglesias de estilo barroco. Una pareja de jóvenes lanzafuegos disputaban un cómico duelo en la plaza del mercado rodeada por ordenados puestecitos, lo que dio pie a Tres a traernos la cena.


Por la mañana después de mi paseo habitual Uno y Tres se dirigieron al Mirador. Un restaurante en forma de platillo volante coronaba una alta torre con vistas a todo Potosí. Delphine, la amiga francesa del tour por el salar, les había recomendado el sitio. Después de un intento frustrado de llegar a la cima de la torre recordando por enésima vez las alturas asfixiantes de la zona, se abrieron las puertas de un ascensor, manejado por un chavalín, que solo desarrollaba su función cuando los de arriba recordaban que sus clientes de algún modo debían acceder a su establecimiento. Dichosa comida acompañada de vino que indujo a mis acompañantes de una tarde ebria de parloteos hasta la caída del sol.  

Potosí, en quechua potojsi, significa truena, es conocida como ciudad minera. De aquí se obtuvo la plata que enriqueció Europa durante la época colonial. Tanta fue su relevancia que hasta hoy en día es utilizado el dicho de Miguel de Cervantes “Vale un Potosí”. Esta dejó y sigue dejando millones de muertos enterrados en los infinitos huecos del Sumaq Orck’o, Cerro Rico. Con la independencia de Bolivia las explotadas y vacías de plata, minas de Potosí dejaron de estar en manos de los colonizadores españoles y sus trabajadores empezaron a constituirse en cooperativas. Hoy en día sigue siendo así, aunque el relativo término cooperativa deja para los “socios” bien posicionados la opción de explotar el turismo en las minas y cobrar sueldos dignos en detrimento de los “socios” mineros cobrando un mísero sueldo y trabajando en condiciones infrahumanas. Como no, mis acompañantes, parte activa del turismo potosino, después de rebuscar la opción mas económica, compraron un tour de un día para visitar dichoso lugar.

Una furgoneta hacía su primera parada para disfrazar con el traje típico minero; botas, pantalón y chaqueta impermeable, casco y frontal al grupo de expedicionarios. Bien equipados les dirigía hasta la segunda parada, el mercado de la mina. Allí el guía pedía para los compañeros mineros una ofrenda previamente preparada consistente en una botella de soda y una bolsa de coca. Paquete simple. A este se le podía añadir desde alcohol de 96º hasta un kit completo para perforaciones, dinamita, detonador y sulfato de amonio para potenciar la explosión. 



Equipados y provistos de ofrendas, empezaba la ruta por el interior de la mina. La humedad, la oscuridad entrecortada por los rayos de luz de los frontales, las acongojantes explosiones y el polvo, daban la bienvenida a quilómetros y quilómetros de galerías subterráneas e inducían la peligrosa cotidianidad de los trabajadores mineros. La mina activa todavía extraía un compuesta de plomo, pirita, zinc, estaño y en ocasiones algo de plata. Los trabajadores recorrían varios kilómetros para sacar empujando vagonetas llenas con unas 10 toneladas de material y volvían a entrar para cargarlas de nuevo. Acción que llegan a repetir hasta 15 veces diarias. El guía paraba al encuentro de trabajadores para entregarles las ofrendas y pedirles que les contaran su día a día. 


Antes de llegar al final, la ruta llegaba al Dios de las minas, que debido a que en el abecedario Quechua no existe la “D” actualmente lo llaman El Tio, decorado en esta ocasión con serpentinas de los recientes carnavales. Un bondadoso demonio rojo con su miembro destacadamente activo que procura el bienestar de los trabajadores y la fertilidad de la mina. Cuenta la leyenda que un minero cansado y borracho decidió quedarse esa noche a dormir dentro de la mina junto al Tio, al despertar este había sido sodomizado por el mismísimo Dios de las minas, los mineros tienen desde entonces prohibido dormir dentro de esta. Otra leyenda advierte que una vez la mujer de un minero quiso trabajar junto a él cuando la pachamama se puso celosa e izo desaparecer todo el mineral, es por eso que no se permite que las mujeres trabajen en la mina. Así que entre cuentos y ritos terminó la visita no sin antes recopilar un buen muestrario del compuesto desechado a la entrada de esta.


Potosí, aunque bella, no daba más de si, los tres decidimos que había llegado la hora de marchar al siguiente destino, Sucre.

El autobús daba paso entre sus ventanas a un cambio rotundo de paisaje. El desierto silvestre que rodeaba los parajes divisados los últimos tiempos se convertía ahora en verdes bosques y productivos campos de cultivo. La zona enriquecía y Sucre, la primera ciudad de Bolivia, lo confirmaba.
 
Nuestra llegada no fue muy bien recibida, una jauría de perros callejeros dejaría a Uno un recuerdo en su pierna por lo que quedaba de mes.


Sucre, la ciudad blanca, antigua capital y sede ahora del poder judicial, el tribunal agrario y la asamblea constituyente de la nación, todavía conserva la grandilocuencia de esta. Grandes y blancos edificios señoriales presidian calles arregladas con una intensa vida. Al lado de nuestro alojamiento se alzaba el mercado. Dentro colores y olores daban entrada a los diferentes departamentos organizados perfectamente por sus apetitosos productos. En el segundo piso decenas de puestecitos presididos por mesas al estilo cantina ofrecían desayunos y almuerzos típicos y baratos. Al cante de sus menús diarios nos alimentaríamos los próximos días.


La razón fundamental de la visita a Sucre residía en la importancia paleontológica de la zona. Allí se encontraba el yacimiento de huellas de dinosaurio más grande del mundo. Así que sin dilación nos pusimos de nuevo a buscar un tour que nos llevara hasta estas. En estos, nos informaron que el yacimiento de Cal Orck’o, donde se hallaba el mayor registro, no atraería  la atención de Uno, aficionado a la paleontología desde bien chico. Pues las huellas se observan desde 300m de distancia. Debíamos visitar el volcán de Humaca y realizar la caminata por Maragua, en la que podríamos observar y palpar huellas de Saurópodos y Terópodos de hace más de 65 millones de años. Estupefactos nos quedamos al ver que los precios de los tours a Maragua eran desorbitados. Tras un día de búsqueda en una de las agencias encontramos un pequeño Tour para ver un registro de huellas de Saurópodos en el lecho de un rio, pero este no atrajo nuestra atención, las huellas que Uno buscaba eran las de Terópodos. Finalmente en una de las agencias nos propusieron dejar un anuncio para ver si se apuntaba mas gente, cuan mayor fuese el grupo menor el precio.

Por la noche, Uno y Tres me prometieron un deseado paseo por un parque grande con un surtidor con colores y música. Mi paseo pero se vio truncado al paso de una gran manifestación. Estudiantes y docentes de todo Bolivia, antorcha en mano, recorrían las calles de Sucre reclamando una subida superior al 10% del salario mínimo, rechazando los recortes a la autonomía universitaria y algo sobre un seguro médico que hasta el día de hoy nadie nos ha sabido explicar. La facilidad de conseguir dinamita en Bolivia es espectacular. Detrás de la pancarta inicial se congregaban, divididos en subpancartas representantes de las diferentes facultades y para su presentación detonaban cartuchos de dinamita que descontrolados iban a estallar contra los mirones curiosos como nosotros. 

Por la mañana durante el riguroso paseo encontramos un cartel que anunciaba esa misma tarde una charla de Alan Woods en Sucre. Esta venía titulada “Socialismo del Siglo XXI y la Revolución Mundial” y se realizaba en la facultad de sociología. Alan Woods escritor trotskista británico nos sorprendió con una charla simple, repasando la visión actual del socialismo y las revoluciones mundiales, pero con una fuerza extraordinaria de movilización del pueblo Boliviano. Woods asentaba su popularidad por ser asesor tanto de Chávez como de Morales y sin divinizar pero con una crítica constructiva y siempre a favor y en busca del poder del pueblo achacó la responsabilidad de una revolución completa al público asistente como clase obrera consiente. Una bocanada de aire fresco para una Bolivia que está dejando perder un momento crucial entre burócratas, negociaciones, verborrea dialéctica y miedo.  

Los precios no se reducían y las opciones para llegar hasta allí por nuestro propio pie eran nulas. Con resignación, pues para su fin, los precios eran desorbitados, Uno accedió a visitar el Parque Cretácico, donde se hallaban más de 5000 huellas en la ladera de Cal Orck’o. Decepcionante visita en tan minúsculo parque, pero por poco que fuere, quedó saciada la curiosidad de Uno.


El fin de nuestros días en Sucre llegó. No sin antes evidenciarnos que estábamos en un país con un pueblo activo y consiente, tal y como los últimos días nos habían enseñado. Las salidas de la ciudad se hallaban bloqueadas. Seguían las reivindicaciones pero seguía con ellas nuestra particular aventura. 



2 comentarios:

  1. Magnífico reportaje, interesantísimo, que vivencias!!! que lindo el gos, jajaja...es un ilustrado, como ha aprendido él también...encantadoras fotos...me encanta este blog...saludos y buena suerte y cuánto queda por verlos ya? cariños marga

    ResponderEliminar
  2. us reenvio una foto de les vostres al correu de la ju perque m'ha posat els pels de punta. . . ja veureu . . . .
    una abraçada,
    jaume
    "salut i felicitat"

    ResponderEliminar