lunes, 21 de marzo de 2011

Bolivia IV

Como de costumbre las carreteras de Bolivia eran insufribles, el traqueteo constante afectaba a las nalgas delicadas de Uno, herencia de nuestros tiempos de pickup. Poco o nada pudimos descansar pese a viajar en un autobús cama. La llegada a Uyuni se efectuó a las 7am, allí nos esperaban los rrpp de la veintena de Tours que circundaban el lugar. Tres, con cautela, sugirió no precipitarnos y buscar un hostal en el que descansar, pues salir la misma mañana no nos daría margen para comparar las diversas ofertas que nos ofrecían.

Así pues tras un intento fallido “El Salvador” fue el hospedaje donde me aceptaron. Salimos a visitar el lugar, pueblo con industria ferroviaria que a la post se convirtió en el principal destino turístico de Bolivia, el Salar como destino estrella mantenía al centenar de ciudadanos en un entorno inhóspito.
Tras pocos minutos la aldea no daba más de si, un bar llamó la atención de Tres, pues se escuchaba Kop. En éste conocimos a un simpático Dj sevillano, que falto de plata compartió música con el propietario hasta el atardecer a cambio de cerveza. La noche cayó y en ninguna oficina de Turismo nos ofertaron mejor que en la primera, al día siguiente nos dirigiríamos a esta pues parecía la mejor opción.
Con el primer rayo de sol y mi paseo matutino nos apresuramos a sacar plata para realizar tan esperado trayecto. En la oficina que nos ofreció el Tour económico nos negaron el ingreso, pues según ellos nadie se había apuntado en el cupo de seis viajeros necesarios para la salida. Esto hizo precipitar nuestra búsqueda por las oficinas del lugar hasta encontrar una en la que aún aceptaban viajeros. “La Joya del Norte” nos acogió, y pese que a Tres le atrajera la sinceridad del negociante a Uno le inquietaba su desfachatez e efigie. Poco tardó en surgir la hostilidad, tras decirles que en otra oficina nos daban mejor precio el personaje salió de la oficina para buscar otros clientes. A su vuelta nos dijo que fuésemos a la otra oficina, pero Tres no quiso perder la oportunidad, aceptó el precio y esperamos la partida.
Programaron la salida entre 10 y 11am aunque esta se postergó hasta mediodía. Empezaron los retrasos. Los dos autos sin matrícula pronosticaban un viaje no ausente de percances. En pocos minutos llegamos a nuestro primer destino, el cementerio de Trenes de Uyuni, peculiar por el alto nivel de oxidación de los mismos dada la salinidad del lugar. Tras el reportaje fotográfico pertinente salimos en busca del Salar.

Los rumores poco tardaron en dar sus frutos pues a los veinte minutos de nuestra salida el otro auto humeaba, un cable se había quemado… La habilidad de los guías y sus reparaciones espontáneas hacían reprender el viaje en pocos minutos y tras nuestro paso por un mercadillo de suvenires en Colchani pudimos tomar nuestro almuerzo compuesto por una suculenta sopa y un exquisito filete de llama.

Lo que en adelante veríamos dejaría atónito a cualquiera, el Salar de Uyuni es sin duda uno de los lugares más insólitos que hemos divisado nunca, aunque si hablo con propiedad tampoco es que haya visto muchas cosas en mi escaso año de vida. Nos adentramos al Salar hasta el hotel que regentaban unos adinerados japoneses. En este lugar veríamos la más fascinante puesta de sol de nuestras vidas, aunque para Tres lo fuese más si cabe, gracias al THC de los cigarrillos compartidos en el techo del 4x4 en compañía de Holman, Magui y Malena. La tierra fue descrita por Tres como una inmensa cúpula delimitada por el horizonte, el punto donde convergía el reflejo del cielo, pura sensación placenteramente claustrofóbica. Mientras tanto Uno se deleitaba con mi vómito, provocado por la gran ingesta de agua salada del lugar. Su habilidad fue tal que nadie, digo nadie, se percató de la situación.
La noche cayó y una gran tormenta eléctrica se dibujaba en el horizonte. Nuestro descanso recaería en Colchani de nuevo, pues debido a los repetidos retrasos mecánicos no podríamos llegar a Alota para este fin. Un hotel de sal nos acogería para nuestro descanso, no sin antes compartir charlas, juegos de cartas, una interesante variante del pueblo, y mate de coca con punta realizada con alcohol de 96º que unas simpáticas chilenas, Alejandra y su madre, les ofrecieron.

Por la mañana nos dirigimos a San Cristóbal pasando por Uyuni para recoger el que sería nuestro almuerzo. Tras un pequeño descanso nos dirigimos a Alota donde tomamos un suculento almuerzo y dimos largos paseos por sus campos repletos de llamas. No teníamos tiempo que perder pues llevábamos medio día de retraso. Con Gabrienferma partimos hasta El Valle de la Rocas, donde llamarían la atención a Tres por subir a la Roca del Pájaro, peligrosa por su fisionomía.

El día recayó en la visita algo mediocre de diferentes lagunas, Chuluncani, Cañapa, Hedionda, Charcota, Honda y Ramaditas fueron las divisadas entre paisajes cada vez más deslumbrantes. El Árbol de piedra fue nuestro ultimo destino ya apenas sin luz diurna. Muchas fueron las paradas para reparar los autos, frenos, motor y ejes delanteros retrasaban nuestra llegada a la Laguna Colorada a más de 4.200m de altura.
La llegada a nuestro lecho se efectuó tarde, el frío era insoportable y la gente enfermaba uno tras otro, esta vez le tocó a Johny, nuestro amigo Coreano. Dados los incontables retrasos debíamos levantarnos a las 5:30 de la mañana siguiente y como el estado de salud de algunos de los integrantes no era óptimo, únicamente unos cuantos salimos a la merced de la luz de luna llena para degustar un poco de coca (cola) con punta, que más que punta era un puntazo! Madre e hija non stop!
Con lagañas palpitantes nos dirigimos al comedor, panqueques con dulce de leche como desayuno cargarían las pilas para un día inolvidable. Los Geiseres del Sol de Mañana nos encandilarían como aperitivo. Tras de sí nos esperaban unos impagables baños termales en los que nos despediríamos de nuestras amigas chilenas, Delphine y Holman. Pasada una hora nos dirigimos a nuestro último destino, la Laguna Verde a más de 4.400m de altura. Debíamos apresurarnos en nuestro regreso. Nuestras amigas argentinas debían coger un tren para llegar el lunes a tiempo a su facultad. Uno y Tres se encargarían de mantener a Víctor, nuestro pésimo conducto en vilo, pues sin luces de largo alcance, que él aludió que se habían caído, se dormiría constantemente en las más de 7 horas de trayecto hasta Uyuni. Pese a que el otro todo terreno andaba sin frenos, éste, con un conductor más hábil, llegó antes. Una vez en Uyuni, nuestro Tour operator se hallaba cerrado ya que eran las 11pm. Esperamos junto a Ken y Belén la llegada de la propietaria. Indignados por la calidad del mismo y tras recuperar a altas horas de la noche nuestro equipaje regresamos a “El Salvador”.


Tras nuestro descanso y una merecida ducha reclamamos el coste del hospedaje, pues la noche extra en Uyuni no figuraba en nuestros planes. Aquí concluyeron los tres días más deslumbrantes en Bolivia, nuestro próximo destino; Potosí.




2 comentarios:

  1. Quina enveja!!! Tot aquest paisatge és meravellós, espectacular. Uy, Uy, Uy La Roca del Pájaro.
    Darko, paciència, 1 i 3 en el fons són bona gent...

    ResponderEliminar
  2. Espectacular Ju!!!!!!!!!!!!!! quina enveja, i quins cristus!!! és u que té. A disfrutar-ho molt bonica.
    Un petonet dolcet!!!!
    L

    ResponderEliminar